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Historias

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Elaborado por IA

Marcos, con 22 años, parecía tener el mundo a sus pies mientras caminaba por su ciudad, irradiando una sonrisa llena de luz. Pero bajo esa apariencia despreocupada, llevaba una historia de lucha y valentía. Desde pequeño supo que era diferente, y aunque ser gay en su entorno no era sencillo, decidió enfrentar su realidad con orgullo. Esa fuerza interior se puso a prueba cuando, a los 20 años, fue diagnosticado con VIH, un golpe que lo sacudió pero no lo detuvo.

En su búsqueda de apoyo, Marcos encontró una comunidad que le mostró el poder de la solidaridad. Inspirado por activistas y mentores, se unió a la lucha contra el estigma, convirtiéndose en una voz para quienes necesitaban esperanza. Hoy, agradecido y fortalecido, planea actividades para empoderar a otros jóvenes como él. Frente al espejo, repite su mantra: “Si no me acepto yo, ¿Quién lo hará?”. Con cada paso, Marcos vive con amor, orgullo y determinación.

Esteban vivía en un lugar apartado, donde la soledad era su única compañía. Su vida había estado marcada por el tratamiento antirretroviral que lo mantenía a flote, pero aún cargaba con un secreto que le quemaba por dentro: era VIH positivo. Un día conoció a Alejandro, un hombre que lo hizo sentir vivo de nuevo, aunque la distancia entre ellos lo mantenía en constante temor. A pesar de su conexión, Esteban nunca le había hablado de su condición. Cada encuentro era un recordatorio de su miedo a perderlo.

Una noche, mientras la tristeza lo envolvía, Esteban escribió en su diario, sintiendo que todo estaba perdido. Temía que Alejandro lo odiara si descubría la verdad, pero también sabía que no podía seguir callando. En ese momento, entendió que el amor no debía basarse en secretos, y aunque el temor lo consumiera, debía ser honesto. Mientras las lágrimas caían, se armó de valor para escribirle, sabiendo que, aunque lo perdiera, era el único camino hacia una relación auténtica.

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Elaborado por IA

A los 18 años, Alejandro recibió un diagnóstico que jamás imaginó: VIH. Siempre había llevado una vida sexual activa, disfrutando del placer sin mayores preocupaciones, pues siempre usaba protección. Sin embargo, dos momentos clave, uno con un ex y otro con una aventura, lo pusieron en riesgo sin que él lo supiera. Después de la noticia, sus días siguieron llenos de relaciones sin protección, pero la culpa comenzó a pesar sobre él, especialmente al darse cuenta de que había hecho daño a otras personas solo en busca de satisfacción. A pesar de eso, Alejandro se aferró a la vida, iniciando su tratamiento antirretroviral y manteniendo su salud bajo control.

Los años pasaron, y con ellos llegaron nuevos desafíos. A los 35, la vida se volvió más difícil, tanto en el plano personal como emocional. Aunque su carrera iba bien, su vida íntima se había complicado, y la sensación de soledad crecía. Los años, los achaques y la falta de atención de los demás lo hicieron sentir invisible. Pero, con el tiempo, descubrió que el apoyo psicológico, el yoga y su trabajo espiritual le ayudaron a encontrar paz. A pesar de todo, Alejandro sigue adelante con la certeza de que, aunque el camino no sea fácil, tiene la fuerza para enfrentarlo.

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